martes, 22 de noviembre de 2011



Eso lo caracterizaba eternamente: su orgullo. Se amaba a sí mismo más que a otros, más que a su perro, a su madre, a mí, a nadie. Se amaba como no había amado a nadie en el mundo y por lo que sé, después de ocho años, sigue piropeándose fervientemente. Y yo simplemente supongo que está bien, es decir, lo de EL recorrió límites insospechados; pero ha de ser divertido amarse a si mismo, como una eterna masturbación. Podría decirse que era un pajero;

No hay comentarios:

Publicar un comentario